La obesidad es una situación de excesiva grasa corporal. Es el más común de los desordenes nutricionales en medicina veterinaria, con una incidencia de entre un 25-44% en perros y de un 6-12% en gatos. Los animales obesos están especialmente predispuestos a deficiencias nutricionales, pancreatitis, diabetes, hipertensión y otras enfermedades, algunas sumamente graves. Es, además, una patología cuya incidencia está creciendo en medicina veterinaria habiendo razas especialmente predispuestas como el cocker, golden retriever, labrador retriever, west highland... En animales de estas razas debemos ser especialmente cuidadosos con la alimentación.
La obesidad común puede ser de dos tipos:
- Hiperplásica: debida al aumento excesivo del número de células grasas; puede tener origen genético y está asociada con un exceso de alimentación del animal en las etapas juveniles.
- Hipertrófica: debida a un aumento del tamaño de las células grasas; se produce por lo general en la vida adulta y es el más frecuente en nuestras mascotas.
El desarrollo de esta patología acontece en dos fases:
a) Dinámica: se acumula grasa por un excesivo ingreso calórico y una reducida utilización de esas calorías; es decir, come demasiado y no se quema lo que se ingiere.
b) Estática: la ingestión de alimentos se equilibra con el gasto energético y el animal consume relativamente pocas calorías. En esta fase muchos dueños afirman , y no mienten, que su animal come poco para lo gordo que está.
El inicio, desarrollo y mantenimiento de la obesidad puede afectarse por factores psicológicos (estrés, aburrimiento), alimenticios (sabor y disponibilidad de comida) y sociales (competitividad por el alimento con otros animales).
La valoración de la obesidad, en medicina veterinaria, es subjetiva aunque nos basamos en ciertos aspectos; destacando entre ellos la percepción de las costillas y la grasa subcutánea abdominal. Las costillas de nuestra mascota deben palparse con facilidad pero no verse (en ese caso el animal estaría delgado). La ponderación de la grasa subcutánea abdominal es un sistema más utilizado en el gato.
El veterinario debe valorar si un animal está obeso o no y decidir el tratamiento oportuno. Generalmente deben someterse a tratamiento aquellos animales con obesidad cuyo peso corporal supera en un 15% el peso medio estimado para su raza.
El tratamiento de la obesidad variará en función de cada paciente. En un animal con sobrepeso leve tal vez baste una advertencia al propietario sobre las consecuencias de la obesidad y unos cambios ligeros en el régimen alimenticio normal de la mascota. En casos más severos, se impone la toma de medidas más drásticas. Lo primero, como en el caso anterior, será concienciar al propietario ya que sin su colaboración será imposible lograr los objetivos. El propietario debe hacer un cuadro de control de peso en el que se anotará el peso de su mascota semanalmente, así como el tiempo de ejercicio diario y la cantidad de comida diaria que toma la mascota. Este cuadro nos ayudará, además, a valorar el seguimiento del caso y decidir si hay algún factor que debamos modificar a fin de optimizar la pérdida de peso. Es vital romper los hábitos de petición de comida del animal y no dar nunca sobras o golosinas; un premio ocasional actúa como refuerzo intermitente para que el animal continúe pidiendo comida, y lo hará de forma más insistente, si cabe, que si es premiado con regularidad. Lograda la colaboración del propietario, el tratamiento de la obesidad consistirá en un incremento de la actividad física y una disminución del aporte calórico.
Podemos lograr un aumento del gasto de calorías administrando pequeñas cantidades de comida varias veces al día, lo que aumenta las calorías consumidas por las digestiones continuas y reduce el aprovechamiento energético de los alimentos. El incremento de actividad física favorece la movilización de las reservas grasas y es algo que el propietario debe estimular (juegos con pelotas, paseos más largos...). La disminución del aporte calórico la conseguiremos mediante el manejo dietético. Existen dietas comerciales muy bien diseñadas a este fin. Son dietas con un aporte calórico reducido y un elevado volumen alimenticio que permiten saciar a la mascota aportando poca energía. De cualquier modo, la administración de estos alimentos, debe ser supervisada por el veterinario y controlada en función del logro de resultados. Pero el plan de reducción de peso engloba todo lo anterior... no solo la administración de un pienso de dieta. De nada nos servirá tener a nuestra mascota con un alimento de restricción calórica si no hace ejercicio o le proporcionamos comida fuera de su alimentación.
Una vez hemos reducido el peso de la mascota obesa, el mantenimiento constituye otra fase crítica del plan. Debemos mantener una adecuada actividad física y no administrar nuevamente un exceso de calorías con la comida. Pero haciendo controles periódicos será mucho más fácil mantener en línea a nuestro amigo de cuatro patas.
Si cree que su animal está gordo, acuda a su veterinario. Él determinará si es necesario iniciar un plan de adelgazamiento y, si es así, diseñará uno adecuado.