La higiene dental de las mascotas es una cuestión a la que, hasta ahora, no se le ha concedido excesiva importancia. Y no deja de ser obvio que, al igual que para las personas, la salud de la boca y los dientes es importantísima. ¿Por qué la descuidamos?
Cuando los alimentos son masticados, pequeños restos se quedan atrapados entre los huecos de los dientes y se acumulan. Posteriormente, las bacterias de la boca los descomponen y se comienza a formar la placa dental. Esa placa, si no se retira, continúa acumulándose y se mineraliza formando el sarro. Pero no es el único problema. Tanto la placa como el sarro permiten una excesiva proliferación de las bacterias que, habitualmente, viven en la boca. En altas cantidades, esos microorganismos que no tienen porqué causar problemas, van a ocasionar infecciones locales. El sarro y la placa van a provocar una inflamación de las encías que se vuelven más sensibles y sangran con facilidad. Estas pequeñas hemorragias en las encías son una puerta de entrada de microorganismos en el torrente circulatorio y se pueden producir infecciones en puntos más o menos alejados, especialmente en el corazón. Aparte de esto, las encías, al inflamarse , se retraen, dejando al descubierto zonas del diente que no deben estar expuestas al exterior. Esas zonas del diente son altamente sensibles al acúmulo de sarro, agravándose y perpetuándose el problema. Una vez que la encía se ha retraído, los ligamentos de los dientes se vuelven frágiles y las piezas comienzan a moverse y desprenderse. Más aún, el hueso que alberga al diente también puede destruirse por acción de los microorganismos, volviéndose frágil la mandíbula. Todo este proceso se conoce como enfermedad periodontal y, en mayor o menor grado, es una de las patologías más frecuentes en la clínica diaria. Los dueños siempre relatan la misma historia: al perro le huele fatal el aliento, llegando a ser insoportable, tiene los dientes sucios e incluso le duele la boca cuando come. Pero, como hemos dicho antes, no es sólo un problema estético o de comodidad por el olor. Es un problema higiénico muy importante. Cada vez que el perro nos lame nos está transmitiendo bacterias en cantidades ingentes. Además, ya lo hemos comentado, por infecciones orales pueden desarrollarse patologías cardiacas muy serias.
Hay diversos factores que influyen en el inicio y desarrollo de la enfermedad. Uno muy importante es el tipo de alimentación. Los animales que toman dietas blandas (comida casera, carne de lata,...) la padecen con mayor frecuencia ya que se quedan restos alimenticios entre los dientes con mayor facilidad. Influye también la raza, aún no siendo determinante; esta patología es más frecuente en animales de razas pequeñas. Otro factor predisponente es la llamada doble dentición, que es la permanencia de dientes de leche (los colmillos muy frecuentemente) junto con los dientes definitivos.
Ahora, la cuestión es saber qué tenemos que hacer con nuestra mascota. Lo primero es que el veterinario examine la boca de nuestro animal y decida si hay o no enfermedad periodontal. En caso de que exista, se valorará la gravedad de la misma. Una vez diagnosticada la enfermedad periodontal y su grado, el veterinario, aconsejará el tratamiento adecuado que pasará por la administración de antibióticos, para controlar la infección de la boca, y por practicar una limpieza dental con ultrasonidos (exactamente como la que nos hace nuestro odontólogo). A estas prácticas se pueden añadir decisiones más drásticas, como la extracción de piezas en mal estado que causan más perjuicio que beneficio. Una vez la boca está limpia, pasaremos a prevenir o retrasar la formación de más placa bacteriana. Si nuestra mascota es un cachorro o no tiene rastros de esta patología haremos una labor de prevención. Deberemos acostumbrarle a que nos permita cepillarle los dientes. Hay dentífricos y cepillos especialmente diseñados que harán que esta tarea sea más sencilla. Nunca deberemos utilizar una pasta de dientes de personas. Lo ideal, como para nosotros, es un cepillado de dientes después de cada comida. Pero esto es una utopía en el caso de nuestro animales. Pero sí es aconsejable un cepillado diario, aprovechando un rato mientras se ve la tele o se escuche la radio. Si nuestra mascota toma alimentos blandos intentaremos pasarle a pienso seco. Podemos premiarle con huesos de cuero prensado o premios diseñados para cuidar los dientes. Existen, incluso, piensos específicos que retrasan la formación de sarro en aquellos animales que son más sensibles a la formación del mismo. Utilizando estas medidas de profilaxis lograremos aumentar el intervalo de tiempo entre limpiezas de boca y garantizaremos una buena salud dental para nuestras mascotas.
Todos tenemos muy claras las ideas respecto a las normas higiénicas básicas que debemos mantener las personas. Pero ¿realmente lo tenemos tan claro cuando se trata de nuestro perro? Cuando hablamos de la higiene del perro nos asaltan dudas respecto a la frecuencia del baño y el cepillado, la higiene de los ojos, las orejas y los oidos, los dientes… Vamos a trazar unas normas básicas para asegurar una buena higiene.
El baño y el pelo
¿Cada cuanto debo bañar al perro? La respuesta inmediata es una vez al mes como máximo. Si podemos espaciar más los baños, mejor. Mucha gente que acude a la clínica se queja del olor insoportable que desprende el perro “y eso que lo baño todas las semanas…” Ese es justamente el problema. El exceso de baños. Los perros no sudan y generan una capa de grasa que les protege la piel y les impermeabiliza en parte el pelo. Cuando el perro se moja, la capa grasa se mantiene. No ocurre lo mismo cuando empleamos jabón. El gel arrastra la capa grasa, la elimina, y nuestro animal tiene que volver a generarla. Es durante esa regeneración cuando el perro nos huele a “perro húmedo” y a rancio. Por tanto cuanto más bañemos al perro más obligamos a trabajar a sus glándulas sebáceas y peor olerá. Además, hasta que regenera su barrera grasa, la piel queda más expuesta a bacterias, alérgenos, hongos, etc. con lo que es más sensible a enfermedades. Entonces, ¿cómo mantengo limpio a mi perro? Cepillándolo. Con el cepillado lograremos arrastrar el pelo muerto que se desprende del animal, dándole brillo y evitando picor y suciedad. Evitamos también que se le formen nudos en el pelo que, además de molestos, acumulan mucha suciedad. Otra cosa que podemos hacer es pasar una esponja humedecida y sin jabón para retirar parte del polvo acumulado. El cepillado sí que es interesante hacerlo a diario si es posible. Evidentemente, si bañamos al perro y a los dos días se reboza en un charco, lo podemos volver a bañar… pero eso será algo esporádico. También determinados tratamientos exigen baños muy continuados (incluso cada tres días), pero igualmente se hace bajo prescripción veterinaria y no de modo rutinario. Siempre que bañemos a nuestro animal tenemos que secarlo a conciencia para que no se quede húmedo y pueda tener una bajada de defensas, sobre todo en épocas frías. Esto es aplicable tanto a cachorros como a adultos porque, por supuesto, los cachorros se pueden bañar. Incluso no estando vacunados. Simplemente hay que extremar las precauciones en el secado y dejarlo tan seco como estaba antes del baño. Si se puede bañar a los niños sin estar vacunados, ¿qué nos hace pensar que no es igual con un perro? Tenemos de desterrar la idea de que si se moja, un cachorro puede contraer el moquillo. El moquillo es una enfermedad vírica que se contrae por contacto con el virus. Si no hay contacto, no hay enfermedad (con o sin baño). Pero un cachorro húmedo es mucho más sensible a una bajada de defensas y, por consiguiente, es más sensible a las enfermedades.
Orejas y oidos
Una o dos veces a la semana debemos limpiar las orejas de nuestro perro. Sin usar bastoncillos (ya que un movimiento brusco de la cabeza puede ser peligroso) sino una gasa humedecida o una toallita específica para orejas, retiraremos la suciedad y el cerumen que se han podido acumular en la cara interna de la oreja. Los oídos se limpian con limpiadores líquidos aplicados según consejo veterinario. Una vez a la semana o cada diez días suele ser suficiente. Por supuesto, en casos de otitis, la limpieza de orejas y oídos será más frecuente y exhaustiva.
Ojos
Como hemos comentado para las orejas, usando toallitas específicas o una gasa húmeda, retiraremos las legañas que se puedan haber acumulado. Esto lo haremos tantas veces como sea necesario. Hay razas de hocico chato que no drenan bien la lágrima y tienen más tendencia a ensuciarse los ojos, por lo que habrá que prestarles mayor atención.
Dientes
Ya dedicamos un artículo entero a esta cuestión, pero es bueno hacer un recordatorio. Tradicionalmente se ha prestado muy poca (o nula) atención a la higiene bucodental de los perros. Pero ellos también acumulan placa bacteriana, sarro y tienen infecciones en la boca igual que las personas. Además de la multitud de bacterias que nos transmiten cada vez que nos lamen. Entonces, ¿qué hacemos? Sencillo… cepillarles los dientes. Debemos acostumbrar a nuestro perro ya desde cachorro e intentar que lo vea como un juego. Podemos empezar con un cepillo de dientes pediátrico para, una vez acostumbrado, pasar a cepillos específicos para perros. ¿Debemos usar pasta dental? Sí, si es de perros. Nunca debemos usar pasta dental de personas por su elevado contenido en flúor. Aparte, el sabor no le resultará agradable y no se dejará limpiar los dientes más. Las pastas dentales para perro están diseñadas para que se la puedan tragar sin problema (no se pueden enjuagar la boca) y están fabricadas con sabores que a los perros les resultan agradables, estimulándoles a dejarse cepillar los dientes. En cuanto a la frecuencia del cepillado, éste debería ser diario. Mientras vemos la televisión por la noche podemos dedicar un ratito a los dientes de nuestra mascota. Con ello lograremos una mejor salud para nuestro animal y retrasaremos el momento en que tengamos que acudir al veterinario para hacer una limpieza de boca.
Esperamos que estos consejos básicos sean de utilidad y, ante cualquier duda, lo mejor es consultar con su veterinario.